Fisioterapia – La profesión que debe prepararse para el futuro

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Años antes de la declaración de la OMS sobre la pandemia de COVID-19, uno podía escuchar la palabra “fisioterapia” o “terapia física” y asociarla a servicios más estéticos como la oferta de masajes, la colocación de paños calientes y la corrección de postura. Solo cuando escuchábamos la palabra “rehabilitación” en conjunto nos imaginábamos un servicio únicamente necesario para personas en situación de discapacidad. Las cosas pueden haber cambiado luego del año 2020, en el que los casos de COVID-19 en el mundo se incrementaron de manera exponencial; dejando a los sobrevivientes con capacidades disminuidas a nivel respiratorio y corporal.

De repente, se volvió una prioridad la recuperación de los pacientes afectados por el virus que nos mantuvo en una de las cuarentenas más prolongadas de nuestra historia. Claramente era el momento de que la profesión de fisioterapia tuviera un rol crucial en la lucha contra los estragos del COVID-19. Y así fue, los hospitales empezaron a abrir convocatorias para contratar a fisioterapeutas con especialidad en terapia respiratoria, un evento que hasta ahora estaba limitado a unos pocos hospitales especializados. Además, solo dos universidades en todo el país (en la capital) ofrecen la formación en esta especialidad y claramente, cubrir todas las plazas que se exigían iba a ser complicado. Aun así, el contado personal estuvo ahí para asistir a los pacientes desde su internamiento en las unidades de cuidados intensivos, manteniendo la integridad física de los pacientes, evitando que sus capacidades pulmonares disminuyeran, y preparándolos para regresar a sus vidas normales.

A más de un año de la pandemia, la población parece haber cambiado su visión sobre los fisioterapeutas. Muchos agradecen que sus familiares puedan volver a salir a correr con sus hijos o mascotas de nuevo en los parques a pesar de haber estado hospitalizados en una de las situaciones más difíciles que nos ha tocado vivir. Incluso ahora, las personas que han estado en cuarentena y han desarrollado dolores musculares o desacondicionamiento debido al sedentarismo reconocen que es necesario consultar a un fisioterapeuta para mejorar.

El título de este reporte indica que la profesión debe prepararse para el futuro. Claramente la demanda de servicios de fisioterapia seguirá en aumento. En Europa, donde la población de adultos mayores continúa en crecimiento, los servicios de fisioterapia son primordiales para atender las múltiples dificultades que se presentan con el envejecimiento. En Estados Unidos y en otros países mas industrializados, el dolor lumbar y los infartos cerebrales ocupan las principales causas de discapacidad y ausentismo en el trabajo, y los seguros de salud incluyen necesariamente a la fisioterapia en su cartera de servicios. Perú se está aproximando cada vez más a estas realidades. Nuestros adultos mayores incrementaron, nuestros pacientes post COVID requerirán atención, y el teletrabajo nos volverá cada vez más sedentarios.

Sin embargo, nuestro sistema de salud aún debe mejorar. El paciente que llega al servicio de terapia física de un hospital encontrará un ambiente de alto tránsito. El terapeuta debe atender a más de un paciente en el mismo turno, no tendrá siempre la oportunidad de conversar sobre su problema y deberá participar en una ceremonia casi sagrada por la que todos los pacientes pasan: Recostarse sobre una camilla, recibir paños calientes, y una serie de equipos tecnológicos intimidantes que, aunque se vean imponentes, no se puede diferenciar cuando están encendidos o apagados. Para muchos, esto se ha vuelto una rutina que ha llevado a desconfiar de la eficacia o la utilidad que puede tener asistir a fisioterapia. ¿Qué sucedió con el “entrenador personal” que me acompañaría en todo mi proceso de recuperación? ¿Es algo que solo está restringido a los pacientes hospitalizados? La respuesta es NO. Uno puede recibir un tratamiento más personalizado y más eficaz si accede a los servicios privados de fisioterapia aunque el costo para ello sea más elevado y en varios casos prohibitivo. No es de extrañar que el fisioterapeuta prefiera orientarse hacia la práctica privada al salir de la universidad. Incluso aquellos que trabajan en el sector público, ofrecen servicios particulares al terminar su jornada de trabajo. Este modo de vida no es, sino extenuante y a la larga invita a que se abandonen los puestos de trabajo en los hospitales del estado.

Ciertamente hay cambios que deben realizarse. Ya en otros países existen guías de práctica clínica que indican cuales son los protocolos a seguir pues tienen evidencia de haber funcionado en estudios científicos. También se regula la aplicación de tratamientos que hayan mostrado pruebas de ser más eficaces que otros (con pruebas similares a las que demuestran que las vacunas funcionan) y en varios casos, se promueve la visita directa al fisioterapeuta (mientras que en Perú es imposible si primero no se ha tenido consulta con un médico). Todos estos atributos no son nuevos, ni han aparecido tras la pandemia, existen hace varios años y siguen en proceso de evolución. La fisioterapia en Perú necesita actualizarse y pronto, pues la pandemia lo exige y el futuro lo hace obligatorio. Se necesita estructurar la oferta de servicios, lo que solo será posible demostrando que estos son necesarios; y esto a la vez solo se podrá lograr fortaleciendo la investigación e incrementando la oferta de enseñanza de especialidades en más universidades. Son grandes responsabilidades y no se pueden empujar si no es a través de grupos, asociaciones y representantes ante los gobiernos. Les toca a los fisioterapeutas tomar la posta de la gran labor que se les ha encomendado. Así, cuando la gente escucha hablar de “fisioterapia” no la asociará a “masajes” sino a “recuperación”, “retorno al trabajo” y “bienestar”.

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